20070929

[I'll be missing you]

Creo que la sensación de la muerte es muy similar a la de cuando alguien va a viajar por un tiempo largo. Porque todo el tiempo entre el velorio y el funeral y la sepultura es como cuando haces la fiesta de despedida (que sería como el velorio), y luego te abrazas y lloras, y le deseas buen viaje, pero todavía no se va. Luego lo acompañas al aeropuerto (que vendría siendo la misa o el responso) y sientes pena, pero todavía es como si no pasara nada. Luego vienen los tramites de embarque (cuando llegas al cementerio), y estas ahí y todavía no es cierto que se va.
Hasta que ves como despega el avión (o bajan el ataud)...ahí recién caes en la cuenta de que en verdad se fué.

La única diferencia de la muerte con cualquier otro viaje es que cuando la persona que se fué llega a su destino, no te llama ni te manda un mail para decirte que llego bien, que la ciudad es grande y hermosa, que aunque el país es muy distinto, siente que es el mejor lugar del planeta para vivir. Cuando la gente se muere, sólo tienes que confiar en que Dios es el piloto de ese avión y que llegara a buen destino.

Lillian tuvo una enfermedad que no nos dijo nada acerca de sí misma por tres años más o menos. Todos reíamos, conversábamos, bailábamos, íbamos a misa, discutíamos...sin sospechar nada, sin siquiera pensar que la enfermedad ya se estaba comiendo sus pulmones. Fué una enfermedad odiosa, que sólo tuvo de bueno el que nos dió tres años para aprovecharla, para abrazarla, para reírnos con ella (y en un par de ocasiones, también "de" ella). Tres años en que no la vimos sufrir, a pesar de que la muerte ya había empezado a prepararla para este viaje.

Agradezco estos tres años, del mismo modo en que agradezco que no se haya demorado más de tres meses en llevársela. No habría aguantado verla mal, conectada a mil tubos y mangueras, llenando su cuerpo de sustancias varias que sólo prolongaban su agonía.

Agradezco su serenidad, su buen humor y su paciencia a prueba de bombas lacrimógenas. Agradezco que la muerte me haya dado esta vez, la gracia de tener esperanzas, la gracia de tener tiempo para la fe, cosa que no tuve hace siete años. Lógicamente si la última vez que la ví hubiese sabido que sería la última, la habría abrazado más fuerte de lo que lo hice. Y le habría dicho más veces que la quería mucho. Y habría sido más odiosa al decir "Oye, mejórate ya?". Aunque sé que ella hizo todo lo que estuvo de su parte por recuperarse, aunque jamás desconocío la posibilidad de la muerte, siempre la vió con esperanzas, como el regalo que es: Vida eterna.

No la veré nunca más. Nunca más el carrito con la alfombra el domingo por la mañana. Nunca más se disfrazará de huasa por mí. Nunca más la escucharé decir "Hola mi niña" , nunca más nada de eso. Pero estará ahora, más conmigo (y con todos) de lo que jamás estuvo. Más conmigo y tranquilizadome más de lo que jamás lo hizo.

Y eso, tuve el honor de conocer a una persona que a sus 43 años no te mira feo porque la tuteas. Que siempre fué acogedora, amable, cariñosa y que me acepto con mis tallas pesadas y mis chistes fomes. ¿La extrañaré? Por supuesto. Pero es porque no podré verla, no porque ya no esté más con ella...porque la amistad es para siempre.

[Lilly, se que la foto esta media ahi nomás...pero es lo que tenía...te quiero, gracias por ser parte de mi vida]

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