20090125

La arremetida del Fénix

Si hay algo que detesto en serio desde hace años es esta tendencia asquerosa a creerme poeta maldito. Es decir, a creer que todo lo malo me sucede a mí y sólo a mí por causa de alguna desagadable jugarreta del destino que siempre se ensaña conmigo.
Y me tiro en la cama a quejarme de mi creatividad mal comprendida, de las excusas que nadie me cree, de mis dolores que no importan a nadie. Como si todos estuvieran viviendo en el mundo de Bilz y Pap y no me hubiesen dicho por donde se entraba.
Estos meses (ya van varios) si bien no he parado de trabajar y de moverme por uno y otro lado, me han servido demasiado para darme cuenta lo desagradable que puedo llegar a ser en mi afan de ser compadecida de cosas que en realidad no merecen tanta compasión. No porque sea terriblemente mala, sino sencillamente porque basta una imparcial mirada a mi alrededor para darme cuenta de que en realidad, tan mal no estoy...que no es necesario lloriquear tanto.
Hace unos días, mientras (ok, lo reconozco) sacaba la vuelta en el trabajo, escribi todo lo que me había pasado en los últimos dos años. Lo bueno y lo malo, lo hice casi convencida de que mi lista de desgracias podría ganar un guiness. Y al terminar me di cuenta de lo equivocada que estaba. Lo cierto es que si bien me habían pasado cosas desagradables e importantes en su grado de daño, la lista de cosas buenas, de enseñanzas y de regalos de la vida, era tan larga que me acalambre la mano escribiendolas. Entonces...con el permiso del Sr. Carreño, estaba puro webiando.

(La única razón por la que escribo esto es para no olvidarlo...)

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